viernes, 23 de noviembre de 2012
Freud en su artículo “El malestar en la cultura”, menciona que existe una inclinación agresiva en los seres humanos, que perturba nuestros vínculos con el prójimo, y que por tanto, la cultura tiene que poner límite a las pulsiones agresivas.
Pero, ¿actualmente se les pone freno a esas pulsiones agresivas?, ¿se estimula a los seres humanos a actuarlas?, ¿socialmente cómo se les da cauce para que no destruyan al otro?.
Para ejemplo, la película “Después de Lucía”. Alejandra llega a vivir de Puerto Vallarta con su padre al D.F, después de la muerte de su madre y se somete a maltrato extremo, violación sexual, vejaciones, mutilaciones, golpes, insultos, por sus compañeros de escuela.
La película es la muestra de la muerte de la dignidad y el paso al sometimiento, en donde no media ningún adulto, ni mucho menos la palabra.
La forma como socialmente se enfrenta la agresión es sometiéndose a ella como el caso de Alejandra, reprimiéndola y enviándola hacia el cuerpo como por ejemplo en enfermedades y depresión, agrediendo y aniquilando al otro como los compañeros de Alejandra o medicándola para apaciguarla. Estas formas de afrontar la agresión lejos de generar lazos sociales para la vida, los destruye.
Algunos padres se preguntan cómo intervenir esta situación con sus hijos, pues no saben cómo hablarlo y se limitan a decir: “Ten cuidado y no hagas nada malo”, pero esta forma de decir las cosas no lleva a nada.
Por otro lado no hablar las cosas empeora la situación, por ejemplo el silencio que reina entre Alejandra y su padre que no les permite salir del dolor que padecen ambos. Ninguno de los dos habla de cómo se sienten por la muerte de la madre y esposa, hacen como si no pasara nada.
Si tú eres padre muéstrales a tus hijos a conversar sobre lo que les sucede y cómo se sienten. Sobre el maltrato, decirles por ejemplo, que por ningún motivo acepten ser presionados a hacer cosas que no deseen o que atenten contra su integridad física, que por ninguna razón deben ser objeto de burlas o humillaciones y que no deben permitir esas situaciones ni una sola ocasión. Mostrarles también que no se debe violar la intimidad de nadie y que el acto sexual debe ser algo consensuado, producto de un deseo y no de un acto animal e instintivo.
Debemos mostrar a los hijos como humanizar el deseo, para diferenciarnos de los animales presas del instinto. Para eso contamos con la palabra.
Hay que conversar con los jóvenes sobre las posibilidades de la tecnología para crear, pero también de las posibilidades que tiene para destruir, como por ejemplo el celular, que entre los jóvenes es “una extensión del cuerpo” y se ve como natural grabar “Todo”. Desafortunadamente el celular se está utilizando como un arma para destrozar al otro en su dignidad y eso no se vale.
En el artículo “El condón digital”, María Alesandra Pámanes dice que actualmente existe un padecimiento que amenaza a los seres humanos: las Enfermedades de Transmisión Digital (ETD), y que se contagia a través de la red, es como una epidemia. Por tanto debemos educar a nuestros jóvenes a no exponerse ni a exponer a otros a riesgos de agresión como el de Alejandra.
Si eres padre y maestro, autorízate a hablar con los jóvenes, no tengas miedo, nombra a las cosas por su nombre, no se trata de complacerlos en todo y dejarlos sin límites.
Cuando decimos la palabra Bulling, dejamos de nombrar los actos perversos que implica y se naturaliza hacer bulling. La palabra bulling encubre y no muestra los matices de la agresión.
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