martes, 28 de octubre de 2008

PARA EL AUTOCUIDADO DE LA SALUD MENTAL


Muchos padres se preguntan cómo ayudar a sus hijos en sus problemas cotidianos, sin embargo para poder apoyarlos, primero es importante que pasen por un proceso de reflexión personal como padres. No podemos escuchar las necesidades de otro sin antes escuchar nuestras propias necesidades e inquietudes. Es por esto que en esta ocasión he diseñado un espacio para ustedes los padres, para que se den la oportunidad de abrir ventanas internas para mejorar su calidad de vida y desde ahí poder auxiliar a sus hijos.

Actualmente los problemas de salud mental han llegado a ser una de las mayores preocupaciones del campo de la salud pública. Esta preocupación se debe a dos referencias: el número de personas afectadas por trastornos mentales es sumamente alto, además que aumenta con el paso de los años.

En las últimas investigaciones confiables realizadas en cinco continentes hay cifras precisas sobre el aumento de enfermedades psicosomáticas, accidentes laborales, delincuencia y fracaso escolar, embarazos adolescentes, abuso del alcohol, y riesgos de contagio (SIDA), dificultades en las relaciones amorosas. ¿Y qué hacen las personas ante estas situaciones?

Si se sienten mal del estómago, o tienen gripa van con el médico, sin embargo si se sienten deprimidos, angustiados, enojados, o confundidos porque la pareja ya no funciona, en ocasiones es algo que dejan pasar. Se preguntaran cuándo saber si necesitan ayuda profesional pues tal vez dirán: “¿Ir con el psicólogo?, pero si no estoy loco”. Y entonces, ¿cómo saber si necesito ayuda?, pues bien, en esta ocasión te voy a presentar un pequeño cuestionario para que lo contesten con toda honestidad y traten de detectar SEÑALES DE ALARMA. Una señal de alarma es aquella que nos permite escuchar cuando algo no nos hace sentir bien, que nos permite percibir que algo nos ocasiona sufrimiento, cuando siento que algo no marcha bien, cuando nos damos cuenta que algo nos causa malestar y se nos dificulta por momentos vivir, encontrar respuestas o salidas.

El siguiente cuestionario tiene preguntas muy generales que le ayudarán a detectar esas señales de alarma y que por lo tanto le indican qué debe atender:

1.- ¿Elegí libremente mi trabajo?, en caso negativo, ¿fue por presión económica o familiar?

2.- Trabajar, ¿me produce placer la mayoría de las veces?, ¿Existe otra ocupación que me guste más?

3.- ¿Siento mi trabajo como rutinario, monótono y que aportan poco a mi desarrollo personal ?. o por el contrario, ¿lo siento como algo muy valioso para crecer y muy ligado a mi identidad ?

4.- ¿Cómo ven los demás mi actividad?, ¿Como algo valioso, socialmente útil?

5.- ¿El tiempo, los ritmos, los descansos y las exigencias de mi trabajo, ¿responden a mi estilo, o significan un esfuerzo y una presión que me alteran?

6.- ¿Mis estudios entran frecuentemente en conflicto con mi pareja, mi familia o mis amigos?

7.- ¿Cómo son mis relaciones con mis compañeros de trabajo?, ¿de amistad, de cooperación, de aprendizaje?, o por el contrario, ¿predominan las rivalidades inútiles, las asperezas, las susceptibilidades?

8.- ¿Las preocupaciones generadas por mi trabajo o mi carrera, invaden otras actividades?, ¿Sigo pensando en ellas cuando estoy conviviendo con otras personas?, ¿Interfieren con mi sueño, mis diversiones, mi vida sexual?

9.- ¿Cómo descargo las tensiones producidas por mi trabajo?, ¿Utilizo la comida, el trabajo, el alcohol o las drogas o sedantes para aliviarme?, ¿Peleo con la gente?

10.- ¿Tengo alguna de las siguientes molestias corporales con mayor frecuencia de lo esperable: dolores en la espalda, dolores de cabeza, mala digestión, colitis, gastritis, palpitaciones, problemas en la piel?

11. ¿Disfruto los días libres y las vacaciones, o los "utilizo" para avanzar en mi trabajo pendiente? ¿Siento que fuera de mi trabajo no soy nadie, o que no tengo ningún otro objetivo importante en mi vida?

La identificación de consecuencias nocivas del trabajo nos puede servir para tomar acciones, para individualizar los factores que nos hacen daños y abrir posibilidades de transformación, y cuestionar juicios como el siguiente: "para que mi familia sea feliz tengo que sacrificarme en el trabajo".

Si detectaste algo que no marcha bien, entonces es momento de intervenir sobre eso, es decir, modificar lo que te causa malestar. El hacer esto no es fácil, ya que implica un compromiso con tu persona, un compromiso para escuchar tu verdad y hacerte cargo de ella y no cualquiera está dispuesto a hacerlo, muchas veces es más cómodo acallar nuestra verdad aunque implique sufrimiento.
La potencialidad de transformación del ser humano es infinita, utilicémosla para tener una mejor calidad de vida.

Si identificaste alguna señal de alarma, te sugiero preguntarte sobre eso, no se trata de decir: No pasa nada, sino de escuchar de lo que está hablando y no marcha bien. Si tienes la inquietud de conversar sobre lo que te sucede puedes llamar a los siguientes teléfonos: 442 2-13-73-62 o 442 2-13-78-46 escribir a mi cuenta de correo electrónica para concertar una cita: antonieta_hernandezmadrid@yahoo.com.mx
María Antonieta Hernández Madrid.

Referencia bibliográfica
Matraj, Miguel. El autocuidado de la salud mental. Universidad Iberoamericana

domingo, 19 de octubre de 2008

Nuevos circuitos de relaciones familiares


En mi trabajo como psicóloga he escuchado a muchos jóvenes y niños hablar sobre sus relaciones familiares: “Mis padres se divorciaron, mi familia ya no está unida y me siento triste.” El divorcio de los padres lo viven como el fracaso del modelo de familia único. Pensar que el divorcio es un fracaso los lleva a sentirse decepcionados; sienten que pierden a algunos de los padres y esto les produce sentimientos de tristeza porque la familia “ya no existe”.

Es importante reflexionar sobre los juicios que tenemos de familia, pues tiene gran impacto sobre el comportamiento de los hijos.

El concepto de familia difundido, es el de aquella que está conformada por padre, madre e hijos. Este esquema es visto como el normal y único, por tanto las familias que no estén constituidas así desde esta visión, son consideradas como fracturadas, “rotas”, “desintegradas” y por tanto atípicas. Ver desde este punto de vista a la familia implica descartar otras posibilidades.

Me gustaría mostrar otros puntos de vista que nos permitan abrir posibilidades para la acción en nuestros hijos:

Actualmente en nuestra sociedad existen familias conformadas por padre e hijo(s), o madre e hijo(s) o abuelos y nietos, etc. Es decir, existen circuitos de relaciones familiares novedosas que crean diversas posibilidades a sus integrantes. Visto desde aquí no se trata de ver si son familias atípicas, disfuncionales desde el modelo de familia “normal”, sino de entender que hay otras formas de relacionarse y de convivir que también pueden ser sanas. Independientemente de que el padre y la madre no vivan juntos, el hijo tiene la posibilidad de construir la relación que desee con cada uno de sus padres. El hecho de que el padre y la madre no vivan juntos no implica que los hijos no puedan llevar una buena relación con ambos y sentirse bien.

Una niña de 8 años cuyos padres viven separados, le decía a su madre con quien vive:"tu y yo somos una familia y mi papá y yo somos otra”, ella aprendió a moverse de manera diferente sin que esto significara sufrimiento, simplemente son maneras distintas de relación.

Visto desde aquí, no se trataría de ver qué familias son funcionales o disfuncionales, sino de entender cómo cada familia crea esquemas de relación que les permiten a las personas crecer y sentirse bien. Son posibilidades diferentes, esquemas divergentes que habría que conocer y analizar.

Si analizamos a las familias desde este punto de vista y lo hablamos con nuestros hijos será más fácil que ellos se sientan seguros, y que no lo vivan desde el fracaso o el dolor. Muchos de los sufrimientos de nuestros hijos están anclados en los juicios que tenemos los padres sobre la relación de pareja y de familia. Por ejemplo, una madre le decía a su hijo adolescente: “Ahora que tu padre me dejó yo ya no seré la misma, esta familia se acabó, no sé que será de nosotros”. Los juicios de esta madre cierran posibilidades de crecimiento en los hijos, transmiten la idea de que no hay manera de relacionarse de otra forma, de convivir desde otro lugar.

Esta mirada nos invita a tener una actitud flexible, a buscar nuevos repertorios de relaciones que quizá no existan y habrá que construir con nuestros hijos y nuestra pareja.

Esta nueva actitud nos invita a abrirnos, a construir espacios de conversación en donde por ejemplo, podemos preguntar a nuestros hijos qué es lo que desean, cómo se sienten ahora que su padre o madre no está en casa, cómo les gustaría que fuera la relación, qué cosas les gustaría que hiciéramos o que antes hacíamos con ellos. Esto es encontrar nuevas formas de relación atendiendo a las inquietudes y deseos de las personas, esto es construir algo diferente.

Una señora comentaba:"Ahora que estoy divorciada no sé qué hacer, antes salía con mi esposo y mis hijos, ahora no sé a dónde ir, cómo comportarme con mis hijos”. Ella no encontraba de dónde sujetarse para sobrellevar su nueva situación, además su madre le decía: “tu matrimonio es un fracaso, ¿cómo te vas a presentar ahora en la sociedad? Todos estos juicios son infértiles, ahora esta mujer tendrá que construir un nuevo modelo de relación que la haga sentir bien a ella y a sus hijos. Eso es flexibilizarse, reinventarse, construir modelos de relación que no existen. No hay respuestas universales, no existe un esquema único de relación o familia, y esos sólo se crean al entrar en conversación con uno mismo, con sus necesidades y con nuestros hijos.

Ensayemos otros repertorios de relación, arriesguémonos a reinventarnos cada día, disfrutemos de la posibilidad de crear nuevos espacios, relaciones que nos hagan sentir bien. Aprovechemos pues de las oportunidades que nos da la vida.

Si tienes dudas o deseas conversar, puedes dejar un comentario y me pongo en contacto contigo.