Por María Antonieta Hernández y Hazael Castilla.
Actualmente existe la idea de que las mujeres se han “liberado” porque no solamente trabajan en la casa, atendiendo a los hijos y al esposo. La mujer “liberada” ahora también trabaja como ejecutiva, funcionaria pública y desempeña funciones que tradicionalmente eran exclusivas de los hombres. Sin embargo, solamente quienes se encuentran en esta situación, saben que la liberación no es tal.
La realidad es otra, ya que muchas de estas mujeres sufren y esto se debe a los discursos sociales imperantes que operan de manera inconsciente e impactan en nuestras relaciones. Algunos de estos discursos dicen: “si trabajas abandonas a tus hijos”; “si eres madre soltera serás rechazada”; “si te divorcias tendrás que pagar por quitarle el padre a tus hijos”. Vivimos en un cultura de culpas, donde se fomenta el mal-estar.
Ante esta situación, es necesario que las mujeres abran espacios de reflexión y aprendizaje individual y grupal, en los que cuestionen esos discursos y construyan otros acordes a su realidad. Es necesario regenerar el tejido social, a fin de construir nuevas formas de relación orientadas al diálogo, el autocuidado de la salud física, mental y espiritual y el desarrollo intelectual y cultural.
Por esta razón, las mujeres en la actualidad deben diseñar una forma de vida que elimine la culpa, el reclamo y el sufrimiento, para dar paso a otra forma de vida que permita alcanzar la felicidad. Existen caminos y hay que explorarlos.
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